Esta literatura reflexiona sobre la arquitectura tradicional, arquitecturas más
modestas frente a la reconocida arquitectura histórico-monumental, pero que poseen la misma condición de
evocar tiempos y modos de vida de un pasado cuya memoria aspiramos a preservar. Es cierto que esta
tipología representa un testimonio de la riqueza y diversidad de unos modos de vida y tradiciones
culturales que trascienden desde el pasado al presente, constituyéndose por su presencia y
peculiaridades como uno de los principales rasgos identitarios de una colectividad. Reconocerla como
parte de nuestro patrimonio cultural supone la defensa de su preservación, frente a la potencialidad
innovadora de crear espacios de modernidad. Aunque como se apunta en el texto, la defensa a ultranza de
esta tipología solo por el mero hecho de aplicar por definición a la palabra tradición un valor
intrínsecamente positivo, es tan inválido, como sostener la defensa del cambio por el cambio que
supondría una modernidad a la que también vinculamos valores positivos. El artículo trata de razonar la
compleja situación en la que está inmersa la arquitectura tradicional, desgranando cada una de las
contradicciones que se le vinculan. Y, en cualquier caso, como en el texto se defiende, existen muchas
razones para apostar por la preservación de esta arquitectura, incluso si hacemos una interpretación en
clave de modernidad.