La casa nace a partir de una alberca situada sobre una plataforma con vistas hacia
la sierra y un campo de olivos andaluz. En este nuevo plano, la alberca toma una forma alargada sugerida
por las panorámicas y se excava en el terreno siguiendo la caída de la colina hacia el valle. Con su
posición organiza los espacios de la casa y se dispone frente a un gran ventanal prolongando, como si de
un espejo se tratara, el paisaje al interior de las estancias. El recurso del agua es utilizado para
crear diferentes sensaciones a lo largo del día y según las estaciones: de este modo, en los días de sol
se convierte en una alfombra de luz, mientras que en los días nublados se torna oscura y profunda,
transformando el ambiente de los espacios con los cambios de luminosidad. El trazado de la alberca se
relaciona también con el movimiento: en el interior del agua, por ejemplo, una extraña sensación de
estar suspendido se apodera del que nada hacia el horizonte, entre las copas de los árboles: mientras
que alrededor de ella, un recorrido en rampa conecta la plataforma principal con otra de árboles situada
a menor altura, y asocia estas dos posiciones con dos paisajes: el de las lejanas vistas y el nuevo de
la arboleda.